Durante décadas se consideró que las enfermedades cardiovasculares podían estar provocadas en iguales proporciones por factores genéticos o por patologías relacionadas con el estilo de vida. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que los estilos de vida, y en particular los hábitos alimentarios, el nivel de actividad física, el consumo de tabaco y el estrés psico-social, son los principales responsables de que una persona pueda sufrir una enfermedad que afecte al corazón y al sistema circulatorio.
En el ránking de enemigos del corazón, el tabaquismo le sigue en orden de importancia. Una persona que fuma tiene un riesgo de sufrir un infarto tres veces mayor que una persona que no lo hace. Además, el riesgo no es sólo para los que deciden fumar voluntariamente, ya que los fumadores pasivos también tienen un riesgo aumentado.
Las últimas investigaciones atribuyen un lugar trascendental en el desarrollo de lesiones coronarias a los factores psicosociales, como la depresión y el estrés. En ese sentido, se considera que estos factores pueden aumentar en más de dos veces los riesgos de padecer un infarto.
En un segundo nivel de importancia, se encuentran tres factores asociados tradicionalmente con las enfermedades cardiovasculares, que pueden llegar a duplicar el riesgo de infarto. Ellos son la diabetes (niveles elevados de azúcar en sangre); la hipertensión arterial (tensión alta, cuando alcanza los 140/90 mm./Hg); y la obesidad, especialmente la localizada en la zona abdominal. Un factor asociado a estas tres patologías y que también es señalado como un enemigo del corazón son las dietas inadecuadas, con especial énfasis en aquellas en las que el consumo de frutas y verduras es insuficiente.
Finalmente, los otros dos factores que se encuentran en el origen de las enfermedades cardiovasculares son el sedentarismo (falta de actividad física) y el consumo excesivo de bebidas alcohólicas.
Por ejemplo, una dieta adecuada o la práctica regular de actividad física habitualmente son elementos que forman parte de los tratamientos para combatir el colesterol elevado, la hipertensión, la diabetes, la obesidad y hasta el estrés.
Lejos de alarmarnos por la posibilidad de sufrir esta enfermedad, debemos prestar atención al aspecto positivo de los estudios comentados: la gran mayoría de los infartos pueden prevenirse, porque los factores que los provocan están relacionados sobre todo con el estilo de vida que adoptamos y la carga genética tiene una importancia muy limitada.