La tarea de ser padres no empieza cuando nacen nuestros hijos, sino desde el mismo momento en que decidimos ampliar la familia. Adoptar un conjunto de comportamientos saludables desde antes de que se produzca el embarazo es el mejor camino para reducir los riesgos de padecer defectos congénitos y aumentar las posibilidades de que el niño o la niña nazcan en perfecto estado de salud.
Los hábitos saludables recomendados para una mujer embarazada o que pretende estarlo en breve no son muy diferentes de los que puedan aconsejarse al común de la población, aunque en su caso son mucho más importantes porque afectan no sólo a la mujer sino al hijo o hija por nacer. Esas medidas preventivas son de dos tipos:
Adoptar un estilo de vida saludable.
Extremar los cuidados de la higiene personal y del entorno.
Todas las parejas, sin excepciones, tienen un riesgo del 5 por ciento de que su hija o hijo presente algún defecto congénito al nacer. Esto quiere decir que todos los embarazos suponen algún riesgo, pero también que la gran mayoría de ellos se desarrollan de forma normal, sin complicaciones y con niños o niñas que nacen en perfecto estado de salud.
Se estima que entre el 3 y el 5 por ciento de los niños y niñas que nacen en España cada año presentan alguna alteración en la forma, la localización o la función de las distintas partes y órganos del cuerpo. Estos defectos pueden ser físicos, psíquicos o funcionales, y alcanzan distintos niveles de gravedad; entre ellos, se encuentran el síndrome de Down, la ceguera y la sordera de nacimiento, la mano con seis dedos, la espina bífida y las cardiopatías.
Las alteraciones en el desarrollo normal del feto suelen ser el resultado de la interacción entre factores genéticos y ambientales. Como los primeros son de difícil control, nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a reducir los riesgos ambientales para llevar adelante un embarazo lo más saludable posible.
Ninguna familia está libre de que sus futuros hijos sufran este tipo de alteraciones. Por eso, los especialistas insisten en un consejo general: la mejor prevención es actuar como si el embarazo ya se hubiera producido desde el momento mismo en que se decida tener un hijo; es decir, desde un mes antes de abandonar el método anticonceptivo o de iniciar las relaciones sexuales. Durante las primeras diez semanas de gestación se desarrollan todos los órganos del futuro bebé, pero, como la confirmación del embarazo no tiene lugar hasta unas semanas después, cuanto antes se tomen las precauciones mejor.
Aunque suele ponerse el énfasis en la prevención en las primeras semanas de gestación, debe quedar claro que los riesgos generados por la exposición materna a agentes ambientales que pueden alterar el desarrollo normal del feto se extienden durante todo el embarazo. Es cierto que los efectos dañinos de esos agentes sobre la salud del feto son mayores en el primer trimestre, porque en ese período se desarrollan todos los órganos del futuro bebé, pero es importante evitar la exposición materna a esos factores de riesgo durante toda la gestación.